La incertidumbre que produce el futuro y en algunos el desasosiego de no encontrarle genialidad a la vida, irrumpió la cotidianidad de ambos, en especial la mía; contemplar la desidia humana frente a situaciones extremas, nos envolvió en un insondable sin sabor de la existencia. Así transcurrían los días, entre ires y venires. Cada noche, antes de dormir, susurrábamos al unísono – ¿De esto se trata la vida? Y simplemente caíamos rendidos para iniciar de manera mecánica y aburrida un nuevo día caótico tras algunas horas de sueño. En algunas de las tantas conversaciones que sosteníamos, nos preguntábamos si sería bueno traer a este mundo una vida, planeábamos de vez en cuando el paso errante por la tierra, sin siquiera contemplar que los designios no están alcance de ningún humano.